Un invitado a la mesa

Hasta hace poco una frase comúnmente usada para reflejar imposibilidad era “el día que las vacas vuelen”. Sin embargo, hoy por hoy esa frase se ha visto en jaque mate con el auge de la Ingeniería Genética. Cada vez son más los ensayos y las aplicaciones que se hacen del proceso de transferencia de genes de una especie a otra, proceso conocido como transgénesis. Sin embargo, la transgénesis es solo una forma de las herramientas de la biotecnología para lograr una modificación genética ya que existen varias formas de generar organismos genéticamente modificados (OGM’s) que no necesariamente implican el traspaso de informacion génica entre especies.
Particularmente, la aplicación de biotecnología en el área de la alimentación ha sido causa de muchas protestas, propagandas, contrapropagandas, leyes, foros, seminarios... y por supuesto alimentos.
Es aquí donde podemos comparar la llegada de la Biotecnología a nuestra alimentación con la aparición de un invitado a la mesa familiar.
La primera reacción es reconocer que está ahí ese sujeto desconocido para nosotros hasta este momento, nuevo en nuestras vidas y que no sabemos nada de él. Primero nos invade el miedo de dar a conocer la privacidad de nuestra casa y nuestras costumbres alimenticias. Luego nos llena la curiosidad de saber quién es, a qué se dedica, cómo conoció al integrante de la familia que lo invitó, y qué habrá traído para compartir a la mesa. Exactamente lo mismo pasa con los alimento transgénicos: están haciendo su aparición en nuestra mesa, y no sabemos qué esperar de ellos, más allá de los que ya reaccionan en contra (los hermanitos protestones), o a favor (una hermana o hermano medio interesado en su apariencia o sus negocios). Es una vez instaurada esta situación donde empieza el coqueteo por parte del invitado para quedar bien y donde se analizan los pro y los contras. Si retomamos esta analogía, una de las preguntas más frecuentes acerca de los huéspedes biotecnológicos –más conocidos por ejemplos como la soja resistente a herbicidas, el maíz Bt o acaso el arroz dorado y el tomate larga vida- es si ellos son peligrosos para la salud.
Para empezar a discernir sobre nuestro huésped, entendemos que todos los alimentos que consumimos alguna vez fueron seres vivos y por ello claramente apreciamos que sus modificaciones afectan nuestra dieta, y por ende a nosotros que “somos lo que comemos”.
Si queremos saber más acerca de acerca de la historia de nuestros invitados, repasemos varias cosas. La primera es que existen rigurosos y cuantiosos controles que cualquier alimento debe pasar previamente a ser lanzado al mercado: toxicológicos, nutritivos, reglamentación de laboratorios, etc. Estos controles además se multiplican si los alimentos provienen de OGM’s: se encuentran con controles en las diferentes etapas de investigación y comercialización previamente a los controles alimentarios propiamente dichos.
El segundo punto es lo que podemos llamar la “revisión técnica”. Esto se debe a que hay numerosos métodos posibles para la modificación genética de un organismo: usando virus, bacterias, “balística genómica“, etc. Sea cual fuera el procedimiento usado para lograr el producto (que debe estar rigurosamente indicado), cabe destacar que antes de su aplicación éste fue testeado numerosas veces, hasta ser aprobado primero por la comunidad científica y luego por las leyes que le son aplicables. Estas leyes en nuestro país rigen los seis pasos que lleva un OGM desde su ideación a su comercialización. Estos son: primero las pruebas en invernadero; segundo la prueba a campo con las normas de Bioseguridad debidas; tercero el permiso de liberación al medio ambiente; cuarto el análisis del impacto ambiental; quinto un análisis respecto a las conveniencias de su comercialización; y por último el permiso de comercialización.
La pregunta que uno se puede hacer luego de leer esto es a qué se debe la diferencia en la rigurosidad de los controles de los OGM’s respecto de los que se seleccionan por métodos tradicionales; si en los primeros se conoce la modificación y los productos que este cambio generan, en tanto que el azar rige las prácticas de mejora genética basada en criterios mendelianos de cruzas de variedades de vegetales y razas animales. Es aquí donde entra en juego la psicología social más que la biología: se teme a lo nuevo, a aplicar eso que descubrimos hace poco, eso que rompe los esquemas que tenemos hasta ahora y que nos permitiría que llegue el día que las vacas vuelen: la Biotecnología.
El tercer punto, y quizás el más fuerte, es que la modificación ha sido cuidadosamente pensada, estudiada y revisada numerosas veces. El ejemplo más claro es quizás el del arroz dorado: primero se hizo toda la secuenciación genómica del arroz, se estudió el modelo de monocotiledóneas, se buscó un inserto posible para la producción de Beta carotenos (Vitamina A) en él y luego de mucho tiempo se llegó a probarlo con excelentes resultados. Sin embargo, y a pesar de que ya se planea una segunda variedad que producirá mayor cantidad de esta vitamina, todavía no se comercializa este arroz para consumo humano. ¿Por qué? No porque se haya demostrado algún posible riesgo a la saludo o al medio ambiente, sino por protestas no suficientemente fundadas de grupos ambientalistas y humanistas. Sus argumentos no se basan en estudios científicos sino en objeciones morales que, como veremos más adelante, no reflejan una real controversia.
El cuarto y último punto es que hasta el día de hoy no se han reportado casos de daños a la salud debido a las modificaciones genéticas en alimentos. Si bien la cantidad de estudios no es concluyente, no se han indicado trastornos debido a la modificación per se, es decir que no se han hallado OGM’s que al ser causaran un trastorno debido a las nuevas propiedades adquiridas.
A la luz de todo esto resulta claro que los alimentos genéticamente modificados, ya sea para facilitar su obtención, mejorar su conservación, ampliar su aspecto nutritivo o sensitivo, son el resultado de una complicada trama que consta de más controles que pasos. Y si bien la ética y la moral deben prevalecer en todo, también deben ser ellas mismas las dominen nuestros miedos frente a lo novedoso; no se adquiere una nueva herramienta para no usarla, sino que se deben analizar objetivamente los pros y los contras de su uso. Todos nos golpeamos alguna vez un dedo con un martillo, y aun así es la herramienta más usada en la historia.
Para concluir nuestra analogía de que comer un organismo genéticamente modificado es como tener un invitado a la mesa sólo se podrá emitir juicio una vez terminada la comida.